Ética Socrática: Lo que preocupa a Sócrates de Atenas (384 a. C. - 322 a. C.) es la cuestión de cuál es
la excelencia propia del ser humano y, en consecuencia, de qué modo debiéramos
conducir nuestras vidas. Apuesta por la búsqueda continua de la verdad a través
del diálogo y la reflexión (Dialéctica).
El
objetivo último de la búsqueda de la verdad es la asimilación de los
conocimientos necesarios para obrar bien, y de este modo poder alcanzar la
excelencia humana, o lo que es lo mismo: la sabiduría, o también: la felicidad
o vida buena. Estos conceptos están tan ligados en Sócrates que llegó a
sostener que nadie que conozca realmente el verdadero bien puede obrar mal.
Esta
doctrina se llama Intelectualismo Moral y consiste en afirmar que quien obra
mal es en realidad un ignorante, puesto que si conociera el bien se sentiría
inevitablemente impulsado a obrar bien. De ahí la importancia de la educación
de los ciudadanos como tarea ética primordial, puesto que sólo si contamos con
ciudadanos verdaderamente sabios podemos esperar que serán buenos ciudadanos.
Ética Platónica o Ética Eudaimónica: El verdadero bien del hombre, la felicidad
(Eudaimonía), habrá de alcanzarse mediante la práctica de la virtud. Pero ¿qué
es la virtud? Platón de Atenas (427 a. C. - 347 a. C.) acepta fundamentalmente la identificación socrática entre
virtud y conocimiento. La falta de virtud no supone una perversión de la
naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre busca el bien para sí,
pero si desconoce el bien puede tomar como bueno, erróneamente, cualquier cosa
y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta de virtud es equivalente,
pues, a la ignorancia.
Sólo
quien conoce la "idea de bien" puede actuar correctamente, tanto en lo público
como en lo privado, nos dice Platón, en La República.
Cuando
alguien elige una actuación que es manifiestamente mala lo hace, según Platón,
creyendo que el tipo de conducta elegida es buena, ya que nadie opta por el mal
a sabiendas y adrede. En este sentido la virtud cardinal sería la prudencia, la
capacidad de reconocer lo que es verdaderamente bueno para el hombre y los
medios de que dispone para alcanzarlo. La dependencia con respecto al
intelectualismo socrático es clara en la reflexión ética de Platón.
En
La República, Platón nos habla de cuatro virtudes principales: la sabiduría,
fortaleza, templanza y justicia. Establece una correspondencia entre cada una
de las virtudes y las distintas partes del alma y las clases sociales de la
ciudad ideal.
Aristotélica o Ética Nicomaquea: Aristóteles de Estagira (384 a. C. - 322 a. C.) afirma que la actividad más propia del
hombre y la que mayor felicidad le proporciona es la contemplación teórica: es
decir, la sabiduría. Para él, la virtud será la disposición del alma, es decir,
la capacidad y la aptitud de esta para comportarse de un modo determinado:
"No basta que la acción tenga un carácter
determinado para que la conducta sea justa o buena; es preciso también que el hombre
actúe de un modo determinado, ante todo, que actúe a sabiendas; en segundo
lugar, que proceda en razón de una decisión consciente y que prefiera esa acción
por si misma; finalmente, que actúe desde una posición firme e
inquebrantable".
(Ética a Nicómaco).
La
virtud entonces, se adquiere a través del ejercicio y el hábito, es decir que
para que un hombre se haga justo, es menester que practique la justicia.
Aristóteles considera que nadie se hace justo por "naturaleza"
(aunque una predisposición natural sea importante) ni tampoco resulta
suficiente la enseñanza.
Ética Hedonista: Según Epicuro de Samos (341 a. C. - 270 a. C.), aquello que produce placer es bueno,
ya que el placer es el propósito de la vida. El placer fue definido como la paz
del alma y el bienestar del cuerpo. Si al alma se encuentra en un estado de
paz, las necesidades físicas serán menores.
Sin
embargo, el placer no debe ser algo descontrolado, sino que, todo lo contrario,
debe ser totalmente racional y moderado. Los epicúreos malinterpretaron la
definición de placer y proponían como máxima: “Comamos y bebamos que mañana moriremos”.
Lo
malo es definido por esta corriente como lo que causa malestar a las personas,
ya sea a nivel corporal, mental o espiritual.
Ética Estoica: La Moral, según esta corriente depende de vivir de
acuerdo a la naturaleza, ya que los hombres son parte de la misma. Es decir,
que es necesario vivir en armonía con el cosmos y debe ser hecho lo que la
razón determina.
Su representante iniciador fue Zenón de Citio (333 a. C. - 262 a. C.)
Ética Cristiana o Moral Cristiana: Casi todas las religiones poseen un elemento moral y
tratan la problemática de la Ética. Se considera que el principio de las
religiones por excelencia es tratar a los demás como nos gustaría ser tratados.
En
cuanto a la corriente cristiana propiamente dicha, la Ética es considerada como
el obrar, de buena o mala manera. El mismo Jesús de Nazaret lo encomendó en su Sermón de la
Montaña (Cfr. Santa Biblia: Mt 5-7) cuando dijo que hay que amar al prójimo como a uno mismo
y amar a los enemigos (Cfr. Santa Biblia: Mt 5, 44), perdonar a los ofensores para ser perdonados
por Dios (Cfr. Santa Biblia: Mt 6, 12), no juzgar para no ser juzgados (Cfr. Santa Biblia: Mt 7, 1) y que el que
obra mal irá al infierno (Cfr. Santa Biblia: Mt 7, 19).
Ética Maquiavélica o Consecuencialismo
Extremo: Procede de las éticas inmorales
o acciones consideradas negativas en la sociedad en general. Nicolás Maquiavelo (1469 - 1527) establece que el comportamiento práctico del político se ha de desarrollar al
margen de consideraciones teóricas fuera de la realidad; y la obsesiva
persecución del poder y del prestigio cueste lo que cueste, con independencia
de consideraciones éticas que se posponen a ese fin, ya que el fin importa más
que los medios. Dicha concepción tiene antecedentes antiguos, especialmente
griegos, en las ideas de Anacarsis el Escita y de Trasímaco.
El
político, para gobernar a los hombres, ha de disciplinarlos. Para ello debe
conseguir prestigio y autoridad mediante el uso la fuerza, lo que exige
prescindir de consideraciones éticas y usarlas solamente como apariencia, de
forma que se establece como principio supremo la razón de estado: el objetivo
del Estado es su propia supervivencia, y ésta puede llegar a legitimar un mal
menor a costa de evitar un mal mayor. Eso viene a suponer que la mentira es el
comportamiento político menos malo y que el asesinato político queda autorizado
si es encubierto y con ello se logra que un número mayor de personas no muera.
La
paradoja se encuentra en que ningún en lugar de El Príncipe o los Discursos se
encuentran las palabras “el fin justifica los medios”, frase que se atribuye a
la principal enseñanza de la primera obra.
Ética Utilitarista: La base de ella consiste en aumentar los buenos
resultados para la mayor parte de la población. El bien o el mal, las normas o
el accionar quedan supeditados al uso que le puede dar la humanidad. Las
respuestas que se producen deben llevar a la satisfacción y la felicidad. En
pocas palabras esta ética podría ser definida como “la mayor felicidad para la
mayor cantidad de individuos”.
Su representante principal fue John Stuart Mill (1806 - 1873).
Ética Kantiana o Ética del Deber: La cual surge a partir de la filosofía de de Immanuel Kant (1724 - 1804). La
base es la experiencia. El propósito de esta corriente es liberar a la humanidad
de los dogmas, para crear una ética totalmente racional. Ésta debe depender de
los juicios personales de los individuos. La subjetividad está totalmente
permitida ya que la moralidad puede variar dependiendo de los individuos.
Ética Marxista: Tiene influencias de la Economía, la Filosofía, la Teología
y los escritos de Karl Marx (1818 - 1883) (Der Kapital y
el Discurso al Partido Comunista). La base es la lucha de las clases y el Materialismo
Histórico con sus Razones Sociales de Producción. Según el Marxismo, la
sociedad se cambia regularmente, los cambios sociales permitirán acceder a un
estado superador, el Socialismo. Como bien lo indica la dialéctica nos
encontramos sometidos al cambio, no solo social e ideal, sino que también la Moral
se encuentra sometido al cambio. Su objetivo final es alcanzar una sociedad que
no posea divisiones de clases. Según esta teoría, el estado socialista resulta
inevitable.
Ética Dialógica: Parte del diálogo que asuma que la verdad no es
propiedad de nadie y que el monólogo no es adecuado para resolver conflictos
morales. Propone que en lugar de una norma que actúe como ley general
(imperativo categórico) hay que presentar a los demás las razones de por qué se
piensa de esa manera, para que las puedan valorar. Según la Ética Dialógica, el
hombre moralmente bueno es aquel que se halla dispuesto a tener como normas las
que se haya establecido después de un diálogo racional encaminado a lograr un
consenso y se haya decidido comportarse de acuerdo lo establecido en ese
consenso.
Es
en una búsqueda conjunta de todos los miembros de una sociedad cómo se puede
llegar a valores morales positivos y no indagando en una naturaleza humana en
abstracto, desde la mera investigación filosófica.
Su
mayor representante es Jürgen Habermas (n. 1929).
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